martes, 1 de diciembre de 2015

lunes, 28 de enero de 2013

Caracolillo remolido, pero no hecho polvo


Estoy viviendo una de esas mañanas en las que nada sucede. A pesar de que los rayos del sol se asoman por las ventanas, el frio encerrado entre los muros de este cuarto cala hasta los huesos. Y aún así el olor a café me ha puesto de buenas, y es que huele a mi madre, a mi hogar. Cada mañana desde que tengo memoria mamá pone el café siempre cuidando que no hierva, porqué “café hervido, café perdido”.

 Eso del café es todo un ritual, el café no se toma por tomarse, se toma para saborearse, se toma para acordarse de Mamá Naty, se toma para recordar las carcajadas de la tía Licha y los desayunos en familia. Con una taza de café enfrente he derrumbado muros y construido historias, he arreglado al mundo y parchado ilusiones.

Y aunque siento que el tiempo se me escurre entre los dedos y pasa velozmente ante mis ojos, con una taza de café entre mis manos se me presenta una cascada de ganas que me provoca pensar que hoy todo lo puedo.

Entre el deseo de ser y el ruido incesante de mi pensar, el silencio de este cuarto y la solitud del viento, hoy encaro al mundo habiendo comenzado el día con la fuerza que sólo me da la historia del café que corre por mis venas desde que recuerdo.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Como cambia tu sabor cuando eres compartido en una mesa rodeada de verdaderos amigos.

Entre manos

Teniéndote en mis manos fluyen las ganas
y si ha de venir el diablo a castigarme
Pues que me lleve ya
Que nada sacia el alma
Como lo hacen tus palabras
Que no son más que las mías escritas con tu sangre.

miércoles, 17 de agosto de 2011

De Amores y Ganas primera parte

“No hay nada más que decir”- dijo como si nuestros asuntos hubiesen quedado resueltos.

Una vieja mesa en la obscura esquina del bistró es todo lo que queda de aquella terrible conversación. Las medias luces la cubren con un manto casi lúgubre, como recordando todo lo que en esa ocasión se habló.
- Si me hubieses atendido más…
- Te habría atendido si pasaras tiempo conmigo.
- Ya no tiene caso que discutamos
- Es que debes de entender que esto no es nada mas mi culpa
- Por supuesto que es tu culpa. Y ya tienes tus papeles, esos que tanto ansiabas, vete ya, rehaz tu vida, es lo que has querido por mucho tiempo, ¿no?
- No dejas de probar que tomé la decisión correcta al pedirte el divorcio. Eres un…eres…

No pude terminar esa frase, porque nunca había podido insultarlo, al menos en su cara. Me hacía enojar constantemente y habían un millón de cosas que no alcanzaba a comprender en él, pero no cabía duda, lo amaba como siempre lo había amado, y lo odiaba, lo odiaba como a quién había acabado conmigo, con mi ser amable y alegre, positivo y confiado.

Me había jurado a mi misma que aquella noche sería la última de una serie de noches de insomnio y tortura. Que equivocada estaba, esa noche, sólo se convirtió en el principio de un verdadero suplicio.
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Carlos era un hombre guapo, alto, fornido, con rasgos más bien comunes, pero una mirada penetrante, de esas que calientan el alma; y una voz gruesa, profunda, envolvente. Arquitecto de profesión, tenía muy poco estilo para vestir. Sus jeans raídos, una camiseta blanca y un blazer eran su atuendo elegante.

Aun así, su presencia fue lo primero que noté aquella tarde de viernes. El lugar de reunión de todos los jóvenes profesionistas era “Des amants” un pequeño antro con aires de bistró francés.
En aquella mesa que años después fuera a ser testigo de tanto desamor estaba él con dos o tres amigos, medio sentado en una silla alta, con un puro entre los labios y una mano en la cadera de una pelirroja. Nunca lo había visto antes. Cada viernes por la noche “Des amants” se convertía en el punto de reunión, al menos en el de mis reuniones. Siempre el ruido, el humo, las medias luces, pero nunca, nunca esa mirada. “Que hombre” pensé… y desee.

-¿Qué te pasa? Verónica, ¿Qué tienes?
- Nada amor, nada. Sólo estoy un poco cansada. Tuve un día muy pesado, de hecho tengo que regresar a la casa editorial en un par de horas. Tengo que echar un último vistazo a un artículo que hay que imprimir a más tardar mañana. Se trata de una mujer que…
- ¡Qué lástima! Había pensado que tal vez esta noche…- dijo mientras acariciaba mis hombros con la punta de sus dedos.
- No sigas, no insistas. No soy ese tipo de mujer- dije mientras empujaba su mano.
-¿Qué tipo de mujer? ¿El tipo de mujer que siente?
- ¡Estúpido! Le grité en un impulso mientras arrancaba mi bolsa del respaldo de la silla
- Amor, no te vayas
- Hablamos luego, como quiera tengo que irme, más vale que lo haga de una vez
- Verónica, espera
- No- Que rabia me daba cada vez que Joaquín tocaba el tema del sexo, no entendía porque no podía dejar de pensar en eso, y yo… yo no era el tipo de mujer que quería acostarse con cada novio que tenía. Además a Joaquín sólo le conocía desde hacía cuatro meses y no estaba dispuesta a involucrarme con él de esa manera.

Ya afuera de ahí y con la cabeza un poco más despejada me dispuse a abrir la puerta de mi coche, y aunque pensaba que había salido con las llaves en la mano, no las encontraba. Revisé los bolsillos de mi pantalón, abrí mi bolsa, y justo cuando iba a empezar a vaciarla, como una corriente llegó esa voz cálida y envolvente que estaba a punto de marcar mi porvenir para siempre.

- Se te cayeron mientras tratabas de huir de aquél estúpido- me dijo mientras me mostraba mi llavero en su mano.
- No es ningún estúpido… y gracias- dije mientras extendía mi mano
- Sólo repito tus palabras… por nada
- Carlos- dijo mientras tomaba mi mano de un modo firme y suave, casi como acariciándome
- Verónica- respondí algo incómoda
- Encantado
“Más que encantada” pensé, pero sólo dije
- Igualmente… y de nuevo gracias, me salvaste de regresar ahí dentro y verle la cara al est… a mi novio.
- ¿Es tu novio? Pero si tú eres tan guapa y pareces lo bastante inteligente como para…

Dejé de escuchar. No sabía si sentirme halagada u ofendida, quién se creía este tipo que era para echarme piropos o para insultar a Joaquín. A ninguno de los dos nos conocía.

- Gracias... creo. – Se hizo un silencio- Voy a necesitar mis llaves para poder irme- dije extendiendo la mano.
-
- Voy a necesitar que te tomes un trago conmigo para dártelas

- Por favor, sólo dámelas- no podía apartar mis ojos de su mirada

Con ambas manos tomó una de las mías, empujó sus cálidos dedos en contra de los míos hasta que logró exponer la húmeda palma de mi mano, puso en ella las llaves y sin quitar su mano de encima, se acercó a mi oído y con esa voz que de sólo pensarla me hace vibrar, me dijo:

- Ven conmigo, será sólo un trago si así lo deseas. Piénsalo, después de todo no es un precio alto de pagar si consideras que te salvé de regresar ahí adentro.
Sin quitar mi mano de entre las suyas levanté la cara, lo miré a los ojos y pregunté:
- ¿Y la pelirroja?
- Ja ja ja, sabía que me habías notado en cuanto entraste -dijo en un tono un poco más allá de sarcástico y confiado
- Noté a la pelirroja- dije como queriéndome tragar las palabras que acababa de decir- es guapa, tú sólo resultaste estar a su lado
- Si, es muy guapa y es sólo una amiga, ¿Nos vamos?
- Vamos - dije sin pensar- ¿A dónde vamos?
Con la sonrisa más torcida y embriagante que he visto en mi vida me preguntó - ¿Te importa?

“Que hombre, Dios mío, que hombre”, realmente tuve que pretender que me importaba el lugar a dónde quería que le siguiera, pero lo mismo hubiera ido si no me hubiese dicho el lugar o me hubiera dicho que nos dirigíamos hacia el mismísimo infierno.

- Claro que me importa, ¿A dónde vamos?
- Aquí a una cuadra hay un pub- por fin retiró sus manos de las mías y fue hasta entonces que me percaté que yo le había permitido sostenerme todo este tiempo- ven a tomarte una cerveza conmigo y ahí te entrego tus llaves.- dijo mientras empezaba a caminar hacia el lugar que me había señalado.
- Carlos tengo que ir a trabajar, necesito regresar a la editorial en menos de dos horas.
- Eso nos deja tiempo para más que una cerveza
- Carlos…, Carlos… ¡Carlos!

No se detuvo, siguió caminando, sin parar ni siquiera a ver si le alcanzaba. Lo seguí como si realmente no tuviera otra opción, mientras pensaba en que no debería estar siguiendo a un hombre que acababa de conocer, mientras pensaba que dentro de aquél bar que ahora quedaba atrás, había un hombre que a pesar de todo me quería, mientras pensaba en que lo que en realidad deseaba de Carlos no era sólo recuperar mis llaves.

¿Pero en que estaba pensando? Acabo de llamar estúpido a Joaquín por estar pensando sólo en la carne y ahora lo que yo estaba queriendo de Carlos era exactamente eso.
-Llegamos linda- me dijo mientras detenía la puerta para que yo pudiera pasar
- Verónica
- ¿Cómo?
- Me llamo Verónica, no Linda- le repetí mientras pasaba a su lado por aquella puerta tan estrecha
- Ya lo sé. Pero eres linda y no lo puedes evitar. Aunque con ese tono tuyo estás haciendo todo lo posible para que no me fije en tu belleza, sino más bien en tu fiereza – murmuró justo antes de reír de una manera realmente encantadora.
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lunes, 18 de octubre de 2010

Mar

Eres un mar de posibilidades
Abres tus ojos y todo es nuevo
Todo lo miras con grande gozo
Todo lo aprendes como con celo
No hay sorpresa que sea pequeña
Para tu encanto el mismo aire es casi un reto.
Mójame mar
Tócame viento
Sorpréndete siempre,
Y arrástrame dentro.